miércoles, 2 de octubre de 2013

Vacaciones con Inquilina (II)

Hace fresco, el verano no termina de llegar, pero el aire justo como para que el estar en el césped de la piscina sea agradable. Inquilina y yo bajamos, ella cogida a mi como koala, pero en una mano su cubo.

Me miro en el cristal del portal y parezco una mula de carga. A un lado la chica, al otro la bolsa con tres toallas, juguetillos, galletas y agua fresca. Por si acaso e ilusa de mí, bajo un libro.

.... Ha pasado el verano...

Ahora, recordando esa imagen, me sonrío. Me acuerdo de un bebé que no anda aun, no arranca a andar y mil "consejos" a nuestras espaldas, más las preocupaciones de todos los días de los abuelos.

El bajar a la piscina, era como huir de todo. Empezar desde un punto en que estábamos las dos y ya está. No bajaba nadie al principio, y era muy relajante estar ahí.

Poco a poco, ese relax se fue convirtiendo en actividad.

Tal cual, como imaginaréis, bajar un libro a la piscina, era como bajar nada. Tal cual bajaba, tal cual subía.

Sin tregua cada minuto.

Pensé que se dormiría un poco. Con la brisa, el calorcillo... con todo ello tan relajante, pensé que se dormiría.... No se durmió nunca.

La actitud de mi Inquilina en la piscina ha ido cambiando con los días.

Al principio, el agua ni olerla. Estaba fría, pero poco a poco se fue caldeando. Y cuando le compramos los manguitos, todo el rato dentro del agua, y si salíamos era un ir y venir de la piscina a la toalla, de la toalla a la piscina.

Me he dado cuenta de que hay un antes y un después desde que empezó el verano y terminó el verano...

Hay un paso evolutivo muy emocionante

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